martes, 27 de noviembre de 2007

LA TRISTE HISTORIA DE MARÍA

La violencia doméstica, particularmente la violencia contra la mujer ha logrado la atención de las autoridades por su enfoque como un problema social, hasta hace pocos años. Uno de los logros más importantes de las mujeres organizadas es la Convención Interamericana para la Prevención, Erradicación y Sanción a la Violencia contra las mujeres, mejor conocida como Belem Do Para (1994), suscrita en esa ciudad brasileira por todos los gobiernos de la región. Noviembre llega, la radio, los diarios y la televisión se llena de la propaganda estatal. Las campañas públicas contra la violencia anima a las féminas a denunciar tan bochornoso delito -contra ellas y contra la sociedad-. Esto tiene su efecto en un sinnúmero de denuncias contra estos hombres maltratadores, machistas y violentos, aún dentro de la clase social alta. Cuando se trata de personas que tienen muchos recursos –toda la plata, dice una afectada-, es triste y vergonzoso ver como todos estos ideales de justicia se desvanecen a medida que las mujeres maltratadas de clase alta pero con poca educación y muy humildes, siguen esperando una solución judicial a su problema, porque la “sanción” se convierte en una dolorosa mueca o simplemente queda justo en medio de la nada.

Conozco en particular el caso de María -hoy día separada de su esposo- entre muchos otros casos. Más que temor, a ella le aterraba la posibilidad de morir a manos del maltratador y en el peor de los casos, además del maltrato físico, le preocupa el siempre presente aspecto económico con que es amenazada, es decir que él la dejaran sin un centavo con que mantener a sus pequeñas hijas, aún así animada y envalentonada por la publicidad estatal puso la denuncia e inicio el proceso tomando en cuenta el último incidente de violencia que data de diciembre de 2005. Ya en la etapa sumarial la cosa no andaba bien, puesto que el resultado del examen del IMEL demoraba más de lo normal, más de 4 meses y no hubo respuesta, luego una suplente de la Fiscal le pediría al juez archivar el caso porque la prueba –entiéndase, ese mismo examen- no esta en el expediente, resulta que la experticia estaba pero por alguna razón no habia subido la escalera. María tuvo que rogar para que reabrieran su caso. Luego, en la indagatoria, él confiesa que los hechos sucedieron tal y como ella los relata, es decir, es confeso más no se muestra “arrepentido”. No obstante, después de “enfermarse” el abogado de él, declararse impedido el juez por enemistad con el abogado y posponerse la audiencia, esta sigue sin tener fecha cierta, por lo que María se traslado al juzgado de circuito penal en La Chorrera y escuchar de propios labios de la secretaría, cual otro “escupitajo en la cara”, que esa audiencia estaba como para agosto de 2008.

Como una forma más de presión para que desista del caso, el dinero de la pensión de las niñas no llega cuando tiene que llegar. María sigue llorando desconsolada su doble infortunio, sigue siendo víctima del poderoso hombre adinerado maltratador y es víctima del propio sistema de justicia que se supone esta del lado del derecho y la justicia (¿ciega?). Una de las cosas que más me preocupa, es que ella piensa que él tiene la razón cuando le dijo que ella “no vale nada” y que perdía su tiempo en la denuncia, que “es un hombre poderoso y no va a pasarle nada”. Desde mi humilde pluma hago un llamado al cumplimiento de la convención Belem Do Para y la legislación nacional contra el maltrato y la violencia, para que mujeres como María puedan ver cumplidos sus ideales de justicia, para que las premisas prevención, erradicación y sanción de la violencia contra la mujer, que en cada país supone un manejo serio y objetivo del problema, no sea letra muerta.

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