lunes, 17 de diciembre de 2007

Pedacito del pastel espiritual en un mundo material

El ordinariato u arzobispado castrense tiene por fundamento la constitución apostólica “Spirituali Militum Curae” del Papa Juan Pablo II, ante la esperanza de influir en las fuerzas militares de un mundo en plena guerra fría. Este esfuerzo papal que pretende aprobar nuestra muy digna Asamblea, como regalo de Navidad, es un concordato vaticano, un tratado, un acuerdo entre dos estados, no es un proyecto de ley que se va a discutir sus modificaciones, es un documento no esta sujeto a cambios, la lectura de los artículos es solo para cumplir una simple formalidad. Sin duda solo son coincidencias de los viajecitos de su excelencia y el presidente de la comisión de Relaciones Exteriores a su santidad o una gracia del Congreso Internacional de Ordinariatos Militares celebrado en la Ciudad del Vaticano en octubre corriente. Aún no puedo precisar uno solo de los aciertos de esa cartera, me parece, lo que había que hacer era recordarles a las autoridades vaticanas que ya el muro de Berlín cayo, lo que significo el fin de la fanfarria comunista o ¿será que hay que darle énfasis a los ordinariatos a causa de los Chávez y los Morales?

Lastimosamente la aprobación del concordato traído de Roma bajo el brazo y que hizo escandalizar desde el primer intento (2005) al mismísimo ex-presidente Endara, no es un ordinariato castrense es un ¡ordinariato que castra! Aunque no acostumbro a usar ese lenguaje, el mismo muestra que dicho acuerdo castra la libertad de conciencia, castra el principio de separación de la iglesia y el Estado y castra visiblemente nuestra Constitución que establece que nuestro país no tiene ni tendrá aparato castrense, es decir ejercito, incluso me atrevería a decir que no es moral siquiera sugerir que nuestra castigada economía debe pagar los salarios de estos clérigos que no ganaran salarios ordinarios, desde el que tiene rango de arzobispo hasta los capellanes. No obstante Roma no se ha caracterizado por seguir la separación de la Iglesia y el estado, ni respetar mucho la libertad de conciencia, ni se ha decantado por la no influencia política en nuestros gobiernos, por mencionar uno solo de los detalles, la democracia cristiana como opción política en el mundo entero, nació en el Vaticano.

Lo más triste, en palabras de los legisladores evangélicos -¿por qué les llaman así?- es el ofrecimiento del resto de los legisladores de una “homologación”, lo que supone que evidentemente ya hay mayoría para aprobar el engendro. Esta claro que homologar significa que “los evangélicos” también tengamos nuestros pastores como capellanes dentro de las instituciones de la fuerza pública ¡que vergüenza! como si no fuese suficiente construir templos con fondos públicos, ahora hay que cargar una erogación mayor al presupuesto del Estado que la ciudadanía sostiene con sus impuestos, pagando salarios de sacerdotes y pastores. ¡Respeten! Lo mejor de lo peor es ¿Que puede decir Escude y Herrera después de la aprobación de la ley de las Sagradas Escrituras? como seguramente dirán los obispos y los defensores de la castración. Aberrante mutilación que empezó desde el primer momento en que alguien pensó en influir en las decisiones del Estado desde la óptica de una visión religiosa o denominacional, llámese católica o evangélica o de cualquier otra confesión. Ahora tenemos que cada quien se pelea por tener un pedacito del pastel espiritual en este mundo material. ¡Ven pronto y sálvanos Señor Jesús!

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