miércoles, 16 de julio de 2008

RECUERDOS DE MI BARRIO

Día del niño: Que bonito era mi barrio… recuerdo mi casa, mi calle y el río. ¡Qué digo río! Era limpio en aquel entonces, las tortugas se salían y caminaban por la calle. Peces resplandecían en el agua cristalina, así podías ver en las piedras los cangrejos, caracoles y camarones. Recuerdos de la escuela cerquita a un pie de mi casa. En aquellos años los maestros se preocupaban por la formación integral de los niños. Cuando me enfermaba, mi maestra iba a la casa a visitarme. ¡Cuánto les debo a aquellas nobles educadoras incansables! Recuerdos de mi infancia bajo la estricta crianza de mi papá. En ese tiempo le podías decir a tu papá "te amo", abrazarlo y darle un beso, sin sonar cursi o snob. ¡Cuánto le agradezco a Dios por mi padre! Recuerdo el trompo hecho de palo de mango, los panderos hechos de periódicos y birulí, la bolsita de medias con arroz, el guacho, las canicas; sobre todo, el tanque donde nos metíamos dentro y rodábamos bajando toda la loma hasta… ¡splash! llegar al río. ¡Qué ponchera! Recuerdo a mis hermanos y mis amigos… recuerdo el barrio donde yo crecí... me viene a la mente una amalgama de alegrías y tristezas. La Patria es el recuerdo, el barrio es el recuerdo. Definitivamente, eran otros tiempos, no se cantaba "donde fuman su pegón escuchando reggae bultrón", pero sí tarareábamos "cuando agosto era 21" de un tal F. Ubiergo. Todavía el demonio de la droga, ese maldito instrumento del anticristo no se había manifestado. Parafraseando al poeta, hoy "revuelvo la mirada y siento espanto". El río ya no es río, sino una sucia quebrada harta de materias fecales y químicos. Los extraños que pisaron su corriente son las factorías cercanas que durante años evacúan sus desechos tóxicos allí. Adiós tortugas, peces, cangrejos y camarones ¡ya no quedan ni los parivivos! No obstante, la escuela sigue allí, solo que ahora es más grande y siempre está limpia. ¡Lo que no hay es vocación! No son los mismos maestros de antaño, -ya no hacen a los maestros como antes- dicen los abuelos.

Ya soy un mayullón, pero ¡cuánto extraño a mi papá y sus consejos! Ya no está con nosotros, hace un tiempo enfermó y falleció. Murió en mis brazos al llegar al hospital. Papá me advirtió sobre lo que iba a pasar. Aquí no es Medellín, ni Cali, ni existen las favelas de Brasil, pero igual de difícil se ha hecho criar hijos; algunos vecinos se han mudado al enterarse de que en el barrio están evacuando otros tóxicos que funden el cerebro. Hay droga por doquier; residencias que una vez fueron decentes, ahora son casas de droga donde se departe con liberalidad. Niños y adolescentes ya son zombies ambulantes y piedreros pululan en las calles. Ya no juegan trompo, ni hay panderos en el cielo, ahora fuman "verdín" en tu cara ¿Eso es lo que queríamos para nuestros niños? En la calle aledaña cerca de 20 jóvenes están privados de libertad por distintos delitos, con un común denominador que es la cocaína. -Yo aspiro a algo más alto, quiero mudarme de aquí- me dijo uno de ellos. No sabía que "aspirar" significaba dinero fácil, no sabía que se trataba de varios kilos acompañado de varios años de cárcel que no se los conmuta nadie. ¡Muerteee!, anuncia el canillita. Los diarios y la televisión dan cuenta de ello: drogas, armas, violencia y más violencia. ¿Qué han hecho con nuestro barrio? ¿Cómo hemos permitido que los carteles se hayan apoderado del país entero? La patria es el recuerdo, el barrio es el recuerdo. No soy poeta, solo soy un ciudadano más que quiere hacerle entender a nuestra gente que hay tres Panamá: el del Trump Plaza y los rascacielos, el país de la miseria y las desigualdades, y el Panamá de los carteles, el paraíso de la droga que nadie, sino la narcomafia, gobierna. Están dañando lo más preciado de la Patria: nuestros niños. Dios mío... ¿será que no nos hemos dado cuenta? (La Prensa 13/07/07). Ver artículo relacionado "RETRATO DE UN CRIMEN ECOLÓGICO" en http://panamapolitica.blogspot.com/

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