martes, 17 de junio de 2008

El GENERAL ROMPE SU SILENCIO

El general Ricardo Sánchez se había quedado callado por casi año y medio, desde que fue obligado a renunciar del ejército de Estados Unidos en 2006. Con sus tres estrellas, era el hispano de más alto rango de las fuerzas armadas. Ya no lo es. Pero no podía irse sin decir todo lo que sabía. Y lo hizo en su libro Wiser in Battle (Más Sabio en la Batalla). "El valor que, espero, tenga este libro es enseñarles a nuestros líderes los problemas que tuvimos en Irak", me dijo en una entrevista en español. Con un poquito de acento, cierto, y pensando qué palabras usar, pero su mensaje es inequívoco. Desde un principio queda claro que el general Sánchez considera que la guerra en Irak fue un error y que ese país no tuvo nada que ver con los actos terroristas del 11 de septiembre del 2001. "Nada fue cierto", escribe. "Irak no tenía vínculos con Al Qaeda, no tenía un programa de armas nucleares, químicas o biológicas. Yo estuve en Irak y yo lo sé. Nunca encontramos nada". Si el general sabía esto, entonces ¿por qué acepta ser el comandante de la coalición de fuerzas en Irak? "Cuando nuestros civiles, los políticos de la nación, dan las órdenes, los militares tienen que obedecer", me contestó. "Si las órdenes son legales y no son inmorales, entonces uno tiene la obligación de obedecer". Sánchez considera que la declaración de "misión cumplida" hecha por el presidente George Bush el 1 de mayo de 2003 "es el error estratégico más grande de esta guerra". Continúa: "Lo que ocurre es que todo Washington, los militares y políticos abandonan la misiónŠ y después nos tardamos como seis o siete meses para convencer a todos los líderes en Washington que esta guerra no se acababa". En su libro, que aún no se publica en español, el general dice que "hay evidencia irrefutable de que Estados Unidos estaba torturando y matando a prisioneros en Afganistán". Pero ¿qué pasaba en Irak? El general Sánchez estaba al frente de las fuerzas armadas de Estados Unidos en Irak cuando se dieron a conocer en el año 2004 las ahora ya famosas fotografías de la cárcel de Abu Ghraib. Ahí, soldados norteamericanos aparecen humillando y abusando de prisioneros iraquíes.

-"¿Usted nunca se dio cuenta de esto, general?"-"Me di cuenta de eso en enero de 2004", me dijo, luego que las fotografías fueron a dar al escritorio de un militar en Irak. "Pero no hay ninguna justificación".-"¿No pudo haberlo evitado?", pregunté más tarde.-"Bueno", respondió, "es que son tres diferentes organizaciones que están operando".
Y el general Sánchez solo estaba a cargo de las fuerzas convencionales, no de la CIA ni del equipo de operaciones especiales. Nueve militares de bajo rango fueron acusados y sentenciados por lo ocurrido en la cárcel de Abu Ghraib, y el Gobierno presentó el asunto como un caso aislado. En octubre de 2003 el general Sánchez envió un memorándum en que autorizaba ciertas técnicas para interrogar prisioneros. Pero asegura que él jamás autorizó ningún tipo de abuso.-¿Usted autorizó que soldados norteamericanos torturaran prisioneros en Irak?".-"No, absolutamente, no", contestó, "Š si se hubieran aplicado estas técnicas, o estas direcciones y procedimientos que promulgamos en estos documentos, no hubieran ocurrido estos abusos".
Si Abu Ghraib fue el momento más difícil del general Sánchez en Irak, el de mayor éxito fue la captura de Saddam Hussein el 13 de diciembre de 2003. "Saddam Hussein se captura después que uno de sus agentes es interrogado por las fuerzas especiales", recuerda, y un soldado "encuentra el pozo donde está Saddam". Mientras el general Sánchez estuvo al frente de las fuerzas norteamericanas y de la coalición internacional en Irak -del 14 de junio de 2003 al primero de julio de 2004- murieron, según su propia cuenta, 813 soldados y más de 7 mil resultaron heridos. "Es algo que llevo conmigo y que llevaré conmigo hasta que yo muera". El general Sánchez cuenta que él quería seguir en el ejército, pero no lo dejaron. "Todos ustedes me han traicionado", escribe en su libro. Y cuando le pregunté quiénes específicamente, no me quiso dar nombres, solo dijo "pues son los líderes civiles". Donald Rumsfeld era entonces el secretario de Defensa. "Regresaría en este momento (al ejército) si me dieran la oportunidad", me dijo el general antes de despedirse. Pero no se la han dado. Vive actualmente en el sur de Texas con su esposa María Elena. Sin embargo, ya no se siente obligado a quedarse callado. "Si la historia no se escribe como se llevó a cabo en Irak", me dijo, "entonces estamos condenados a volver a hacer esos mismos errores". The New York Times Syndicate. El autor Jorge Ramos Avalos es el conductor del noticiero Univisión. Ver link http://www.jorgeramos.com/

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