lunes, 14 de abril de 2008

LOS HUEVOS DE CHELLO

Aunque a algunos no les ha agradado que toquen el tema sobre los títulos académicos de los legisladores, según la nota publicada por La Prensa el 8 de abril de 2008, para mi son los huevos. Antes que me malinterpreten, permítanme explicarles: Años atrás, estando a la altura del semáforo de la Iglesia del Carmen, una guapa azafata se acerco y me dejo caer en la mano un cartón con media docena de huevos. Aquí tiene -me dijo- cortesía de Chello. El cambio de luz no me dio tiempo de devolverle las posturas, para que se las diera a un ciudadano más necesitado que yo. Conduciendo, al ver los well rounded eggs con volantín político incluido, en mi mente pensé: !Que huevo! Desde ese día, por asociación de ideas, bautice la actitud de cualquier diputado que quiere reelegirse, pelea por las partidas circuitales, no cumple con su trabajo, no asiste al pleno o propone sandeces o es mudo, como actitud “huevos de Chello”, sin importar si el elegible se llama Chello o no.

Panamá es uno de los países que más huevos per capita consume. Analizando la técnica política, la media docena de huevos, se convirtió en chelloferia y la feria en minimercado, acumulando el supracitado varios periodos sucesivos en el legislativo. No me extrañaría, en el apogeo del periodo electoral, ver a este genio a otro nivel con un hypermercado. Son los huevos, no hay duda. Desde el punto de vista comercial, los huevos son un éxito, pero desde la óptica del mercadeo político, el huevo crea fieles electores. No menos importante es que una gran cantidad de la población fue “criada” a punta de huevo, entiéndase la actitud paternalista del proceso revolucionario, esto deriva en lo que llamo huevo subliminal. Sobresale de dicha actitud que nuestra gente anda como… en Bosnia. Difícilmente pueden entender que el legislador no necesita de partidas circuitales, no comprenden que la labor del diputado o legislador, no es remozar paradas, regalar bloques y cemento u obsequiar huevos, sino defender los intereses del pueblo haciendo leyes. ¡Normas para el bien común!, leyes que beneficien a las mayorías nacionales o leyes para proteger a una minoría de los prejuicios de una mayoría, ej. personas con discapacidad, etc.

Ahora bien, si pienso entrar en la carrera política, lo mejor es que no piense. Nada de know how, olvidarme de esas babosadas de siete hábitos, mis electores solo deben oír “cuenta conmigo, ¡cueeento contigo!”. Debo meterme mas en el lenguaje del guetto, bien acicalado con bin blim y que Japanese –el mismo asesino- sea mi suplente ¿para que tanto estudio? si puedo ser taxista, comediante o whatever y ser legislador. La estrategia incluiría mandar para el cabo del rayo a Stephen Covey, a mis ex-profesores de Historia, Ciencias Políticas, Filosofía del Derecho, Economía y Sociología, vender a mitad de precio todo ese montón de libros y comprar ¡rantan buco pocotón de huevos para regalar! Sin ofender, ya pasaron los tiempos de los excelentes discursos en el pleno cargados de nobleza, sapiencia, ideología y respuestas en leyes precisas a las necesidades. Oradores como Escalona, Arellano Lennox, Méndez Fábrega, Ortega, y tantos otros hombres de leyes que hacen leyes, ya no tienen cabida en el areópago. ¡Que ironía! En la praxis política panameña son los huevos de Chello los que reditúan beneficios electorales. Ya llego adelantada la política y los diputados altamente efectivos, de seguro aprobaran las partidas circuitales. No es culpa de los legisladores, son los huevos…

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